Grupos de WhatsApp de padres y madres de clase

Escrit tret de MenoresenRed

Posiblemente muchas personas que estáis leyendo este artículo participéis en un grupo de WhatsApp de papás y mamás de clase. Así que puede seros de interés el reflexionar un poco sobre su funcionamiento.

Si seguís habitualmente los artículos que aquí publicamos, sabéis que siempre recalcamos la importancia de que madres y padres se formen en el buen uso de las redes sociales y demás herramientas de Internet. Si no es así, sus hijos e hijas carecerán de un referente al que dirigirse en caso de problemas o dudas. Y no es poco, porque Internet ocupa hoy una gran parte de sus vidas, en cantidad y calidad.

Evidentemente, si no sabemos usar o usamos mal las herramientas que emplean los jóvenes, mal ejemplo vamos a dar. Y aunque en esta web advertimos de los peligros del mal uso que pueden hacer los menores de las redes sociales, no hay que perder de vista que son también las personas adultas las que habitualmente cometen muchos errores al utilizarlas.

Uno de los ejemplos más claros es el uso del WhatsApp. Como bien sabéis, lo que en su día nació como una herramienta de mensajería instantánea a través de los teléfonos móviles, hoy tiene ya categoría de red social gracias a la capacidad para crear grupos donde sus integrantes pueden conversar, intercambiar imágenes y vídeos, documentos, contactos, etc.

Y como decíamos al principio, con el curso ya comenzado, seguro que muchos y muchas de los que estáis leyendo este artículo participáis en grupos de WhatsApp de padres y/o madres del colegio. Son esos grupos que se forman espontáneamente para intercambiar mensajes las madres y/o padres de una clase. Algo que de entrada es muy útil… siempre que se use con mesura y con sentido común.

Os voy a refrescar algunos de los problemas que presentan este tipo de grupos. Empleo el término “refrescar” porque seguramente habéis padecido, sino todos, sí una buena parte de ellos. Y son problemas que se extienden también a otros grupos de WhatsApp (amigos, compañeros de trabajo, asistentes a un curso, etc.). Os invito a ir leyendo la descripción de cada problema e ir marcando los que habéis “sufrido”. A ver cuál es el resultado final.

 Los cotilleos y rumores. Es algo consustancial al ser humano. Que tire la primera piedra aquel o aquella que nunca se haya dejado llevar por algún cotilleo. Un estudio de la universidad de Oxford dice que pasamos el 65% de nuestro tiempo (aunque no usemos Internet) hablando de cosas de los demás. Pero convertir a un grupo que tiene una utilidad muy concreta y práctica en una extensión de los cotilleos del día a día puede llegar a ser peligroso. Pensemos que estamos usando un medio escrito, y las palabras en este caso “no se las lleva el viento”. No sería el primer caso en que esos cotilleos salen a la luz pública y crean problemas, a veces incluso de índole judicial. Aparte de que poco aportan a la finalidad para la que se crean los grupos.

Difundir bulos. Si seguís en las redes sociales las cuentas de la Policía, veréis que constantemente emiten avisos desmintiendo bulos del tipo de “caramelos que reparten a la puerta del colegio y que tienen droga”, o “maleantes que engañan y secuestran a los niños al salir”, o mensajes similares. Lo avisamos constantemente: no todo lo que circula por Internet es cierto, y debemos contrastar cualquier información que veamos antes de difundirla. En la mayoría de los casos son avisos falsos. Así que no potenciemos su difusión mediante los grupos de WhatsApp.

Las críticas al profesorado. Hay profesorado mejor y peor, igual que hay padres y madres mejores y peores. Todos somos mejorables. Usar el grupo de WhatsApp para criticar a tal o cual profesor o profesora es algo que induce a crear prejuicios entre los miembros del grupo hacia ese profesional. Si hay quejas concretas, deben canalizarse a través de los medios creados a tal fin, no en un grupo de papás o mamás.

Excesiva protección del menor. Un mensaje típico en estos grupos es la consulta sobre tal o cual tarea que se les ha puesto en clase a los hijos e hijas. ¿Qué pasaba antes de la era Internet, cuando éramos nosotros los que asistíamos a clase? Si nos olvidábamos el libro o la libreta, o si no sabíamos resolver un problema, teníamos que afrontar las consecuencias. No existía un plan alternativo ni nadie que nos sacara las castañas del fuego. Y eso también forma parte del aprendizaje de la vida. Cometer errores forma parte de la educación, y asumir sus consecuencias también. Y no es ningún drama. Que papá o mamá se desvivan por resolver estos pequeños problemas cotidianos a través del grupo de WhatsApp, consultando la solución con otros papás y mamás, no aporta nada positivo al menor, salvo el salir airoso gracias al esfuerzo del progenitor. A no ser que lo que se ponga en juego sea el prestigio de esa madre o ese padre por demostrar en la clase que su prole lo hace todo bien y no falla nunca…

Convertir el grupo en un tablón de anuncios. El grupo de WhatsApp, lo volvemos a repetir, tiene una finalidad concreta. No es para anunciar que encontramos unos gatitos y que si alguien quiere quedarse con ellos, ni para decir que queremos vender nuestro teléfono móvil.

Crear ruido. Llamamos ruido en las redes sociales a esos mensajes que no aportan nada y que sólo sirven para relegar los mensajes realmente importantes y molestar a los participantes. Si alguien avisa, por ejemplo, que mañana se cambia la hora del festival de la clase, no es necesario que todas las personas del grupo contesten con mensajes del tipo “gracias por avisar”, “genial”, “enterada”, o similares. Además, en este caso, genera también un ruido “real”, porque cada mensaje de este tipo activa el sonido del móvil al recibirse (en el caso de que no lo tengamos silenciado). También se puede considerar ruido el usar el grupo para enviar una felicitación de cumpleaños, un anuncio de un evento que nada tiene que ver con la clase (“esta noche actúa la coral de mi padre en…”), o el típico chiste o imagen graciosa.

Faltas de respeto. A veces en estos grupos se inicia una discusión (normalmente por no haber seguido los consejos anteriores) y se llega a faltas de respeto entre sus componentes que tiene luego su traslación a la vida “real”, creando malos rollos y enfrentamientos y divisiones dentro del grupo. La norma esencial en estos casos es no decir nunca en WhatsApp lo que no le dirías a la cara a la otra persona. Es fácil llevarse por el “acaloramiento” y escribir cosas de las que luego nos podemos arrepentir. Y, en cualquier caso: no debería llegarse nunca al caso de discusiones en estos grupos.

Cuidado con el envío de fotos personales. Igual que en cualquier otra red social, debemos ser muy cautelosos con la difusión de fotos de nuestros hijos e hijas o de otros niños o niñas. Somos responsables de la imagen de los menores a nuestro cargo. Y no tenemos ningún derecho a difundir imágenes de sus amigos o amigas sin el permiso previo. Aunque el grupo de WhatsApp es, en teoría, “privado”, se trata de una privacidad muy relativa, porque hablamos de 15 o 20 o más personas. Y cualquiera de los participantes puede difundir las fotos que ahí circulen en otros ámbitos. Porque, aunque nosotros seamos responsables, no sabemos el grado de responsabilidad y sentido común del resto de padres y madres. Por eso es preferible no arriesgarse.

Estos podrían ser los problemas principales que encontramos en los grupos de WhatsApp de madres y padres. Y me atrevería a decir que en cualquier grupo de WhatsApp. ¿Cuántas casillas habéis marcado? Seguro que más de las que quisierais. Pero es importante ser consciente de estos errores en la comunicación, porque pueden repercutir en el buen ambiente escolar y educativo. Y porque sólo si somos responsables en el buen uso de estas herramientas, podremos orientar y educar a nuestros hijos e hijas.

Acabo recomendándoos la lectura de esta carta –que probablemente muchos y muchas ya conozcáis– titulada “El WhatsApp de las mamás de clase” donde, con humor e ironía, se refiere a los problemas de este tipo de grupos. Que la disfrutéis y la reflexionéis.